Como lo mencionamos en la sesión anterior, una vez que un director tiene en sus manos una obra que lo emociona lo suficiente como para ponerla en escena, debe rodearse de un equipo que lo ayude a dar vida a todo aquello que ha venido a su mente mientras leía el texto; sin embargo, aunque cuente con ayuda es preciso que cuente con conocimientos sobre todas las expresiones artísticas, aún sin ser especialista en cada una, pues una de las características del teatro es que echa mano de sus hermanas: la música, la pintura, la danza, etc. para crear un espectáculo, y es el director el que toma decisiones sobre la manera en que estas otras artes se utilizarán para expresar su manera de concebir el texto dramático o una idea –hay obras que no se basan en un texto escrito–, decisiones que no podría tomar acertadamente sin un mínimo de conocimiento de ellas, y viceversa, quienes colaboran con el director también deben conocer aspectos fundamentales de la puesta en escena para lograr una comunicación óptima con el director, que les permita traducir su visión en un espectáculo.
La puesta en escena y el director
La puesta en escena lleva a nosotros, enunciatarios, el mensaje contenido en un texto dramático como lo han “visto” otros enunciatarios previos, convertidos ahora en enunciadores (en primer lugar el director, y luego los actores, los escenógrafos, vestuaristas, etc.), enriqueciendo la obra con nuevos elementos, Rossi Vaquié la define como “el arte de tomar las decisiones estéticas con las cuales se resuelven las opciones sobre las percepciones sensibles y significaciones que producirá, en determinado espacio y tiempo de acción, un espectáculo futuro con o sin texto escrito y con o sin lenguaje hablado”.[1]
El elemento artístico es una parte fundamental de la puesta en escena, en el sentido de que se trata de un ordenar los diferentes elementos para crear una obra que provoque un efecto estético en el espectador y no mero entretenimiento, aunque, como en otros ámbitos del arte, el teatro no está exento de obras creadas al vapor, sin tomar en cuenta factores estéticos sino otros ajenos al arte.
Una parte fundamental de la puesta en escena es el director, pues, como ya dijimos, es quien toma las decisiones, y es su concepción de un texto dramático o una idea la que llegará hasta nosotros, lo que puede convertirlo en una especie de coautor del mismo, como decía un dramaturgo chileno, Juan Radrigán, en una entrevista que concedió a El Mercurio Electrónico, “Los directores están acostumbrados a cortar, a cambiar […].”[2]
El director sabe que todos los elementos que aparecen en escena cobran una significación y por eso cuida cada detalle, aunque también es cierto que el público, de manera consciente o inconsciente, puede interpretar algo distinto a lo que él haya pensado en principio sobre algún o algunos elementos, pero es su trabajo “tratar de controlar qué significaciones contendrá el espectáculo que concibe y cuáles serán sus significados para los espectadores”.[3]
[1] Juan Agustín Rossi Vaquié. (2006). Tratado de la puesta en escena, México: Escenología, p.28.
[2] Juan Villegas. (2000). Para la interpretación del teatro como construcción visual, Ediciones de Gestos, USA, 2000, p.144.
[3] Juan Agustín Rossi Vaquié. op. cit., p.32.